Para frenar el ritmo del calentamiento global, gobiernos y empresas de todo el mundo se han comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, reduciendo las emisiones de los gases nocivos de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático. Alcanzar estos objetivos exige una transición masiva hacia la electrificación.
Pero, ¿qué significa electrificación? Electrificación es el proceso por el que sustituimos las fuentes de energía fósiles –como el carbón, el petróleo y el gas– por electricidad generada a partir de fuentes de energía renovables, como la solar, la eólica, la hidráulica y la geotérmica. La electrificación, por tanto, nos obliga a reimaginar la forma en que repostamos nuestros coches, calefaccionamos nuestros hogares y suministramos energía a nuestras industrias. Afortunadamente, el progreso tecnológico está haciendo que la electricidad renovable sea cada vez más rentable, incluso más, en muchos casos, que los combustibles fósiles que producen los gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global. Al mismo tiempo, la reducción de residuos asociada a una mayor eficiencia se traduce en un menor consumo de energía para el mismo rendimiento.
Los objetivos de la electrificación son claros: descarbonizar la economía, hacer más eficiente el transporte, garantizar una calidad del aire más limpia y digitalizar nuestros hogares y ciudades. Por tanto, debe entenderse como una herramienta esencial para llevar a cabo la transición energética y dar forma a un modelo de desarrollo sostenible. Pero esto solo ocurrirá cuando todas nuestras necesidades energéticas estén cubiertas al 100 % con electricidad generada a partir de fuentes de energía renovables.